Monza 1988: La última carrera de Enzo Ferrari
"¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?
¡No sé! Pero hay algo
que explicar no puedo
..."
Rimas (Gustavo Adolfo Bécquer), Rima LXXIII
El 14 de Agosto de 1988 fallecía Enzo Ferrari, a la edad de 90 años, en su casa familiar en la ciudad de Módena. La noticia se extendió rápidamente por todo el mundo, pues Enzo Ferrari se había convertido en un mito viviente. Su equipo de competición primero, y su fábrica de deportivos de calle después, habían acreditado a Ferrari como sinónimo de velocidad en cualquier rincón del planeta. Y todo ello a pesar de que los resultados, los deportivos y los económicos, hacía años que no estaban a la altura de su fama.
En efecto, los problemas económicos derivados de una necesidad de inversión cada vez mayor en el equipo de F1 para mantenerse entre los punteros una vez entraron las grandes marcas automovilísticas en la competición, unido a un descenso en la venta de deportivos de calle, habían llevado a Enzo Ferrari a firmar un curioso acuerdo con la Fiat en 1969. Evidentemente, el acuerdo alcanzado era incomprensible si no se consideraba la relación de profundo afecto entre Enzo Ferrari y la familia Agnelli, propietaria de la Fiat, especialmente con el patriarca Umberto; en virtud del mismo, Fiat adquiría el 50% de las acciones de la Scuderia Ferrari, reconvertida entonces en Ferrari SpA. El 50% restante quedaban en propiedad de Enzo Ferrari hasta el día de su muerte, día en el que automáticamente pasarían a ser propiedad de la Fiat, salvo un 10% que perduraría en manos del hijo de Enzo, Piero Ferrari.
La Fiat colocó como gerente de la Scudería Ferrari a un joven abogado y expiloto de rallies, Luca Cordero de Montezemolo, quien comenzó trabajando como ayudante de Enzo para asumir la dirección plena de la Scudería en 1974. Sin embargo, a pesar de contar ya con 76 años, Enzo Ferrari seguiría al pie del cañón, supervisando el funcionamiento de la fábrica e incluso contratando personalmente a sus pilotos, al menos hasta 1978 en que una grave enfermedad del riñón le obligó a permanecer largas temporadas en cama. Precisamente el de 1979 sería el último doblete de la Scudería Ferrari que Enzo vería en vida; aquel año Ferrari ganó el Mundial de Constructores y en el de Pilotos sus dos corredores (Jody Scheckter y Gilles Villeneuve) consiguieron las dos primeras posiciones. Aún volverían a ganar el Mundial de Constructores en 1982 y 1983, pero en 1988, a la muerte de Enzo Ferrari, eran más sombras que luces las que se cernían sobre la Scudería.
9 años sin ganar el Mundial de Pilotos, 5 sin ganar el de Constructores, con Il Commendatore fallecido y la Fiat dueña del 90% de la Scudería, los aficionados se aferraban al "testamento deportivo" de Enzo para seguir soñando con los monoplazas rojos triunfantes en los circuitos. Al parecer, el acuerdo de caballeros entre Ferrari y los Agnelli incluía algunas condiciones de obligado cumplimiento para la Fiat tras la muerte de Enzo: que Ferrari se seguiría llamando Ferrari y mantendría Il Cavallino como emblema en sus coches, que seguiría compitiendo en el Mundial de F1 mientras éste existiera,... y que sus coches irían siempre pintados con el color rojo. Pero para los aficionados italianos la mera permanencia de Ferrari en las carreras no era suficiente, Ferrari era su orgullo y ellos querían verles ganar, superar en las pistas a ingleses y franceses, algo ciertamente improbable en aquellos años.
El 11 de Septiembre de aquel 1988 se celebraba el GP de Italia en el circuito de Monza, el primero al que faltaría Enzo Ferrari tras su reciente fallecimiento. O eso cuenta la historia, la que está escrita en los libros, porque según la leyenda, la que perdura en el corazón de los ferraristas, Il Commendatore no quiso perderse aquella ...
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